jueves, 25 de junio de 2009

Antítesis coagulante

El no me llena de vidrios la sangre,
taciturno de prontos
y raro en los sueños, no arde
y me mira de reojo,
apoyado en la mesa del deseo
con las manos entre el si.
El no es una balsa entre corrientes,
miembros restos de consuelos por los caminos,
polvo de renuncia.
El no se derrite ante el si tú,
se ata al árbol amarillo de la mirada
y no expectorante de aullidos,
me ciega y pisoteo la comedia.
El no me suda a mordiscos
y entablilla medidas que escapan
y acaban desbordándose
entre tus risas de caverna,
me cose las ganas de volver
a los dones de tu capataz.

Respiro con medio pie, tengo sólo una vena y el ansia me hace dar largos paseos por el techo del no te veo, no veo, la culpa y otros animales me muerden los ojos, he creído en el equilibrio y caído desde el palco, con el ceño roto, el ebrio en huelga y el gato arañando la espalda al decorado, niego el no.

El si no tiene prisa,
es manifestante con carné de égida,
lame si es preciso con la saliva
del culpable el inocente
del ejemplo y su esparto
insoluble en razones,
se ríe del segundero ataúd,
es el amante de la paciencia,
la duerme y acaricia...
Si, se clava en cada una de las ventosas
que ralentizan al galgo ese
memoria pantomima,
husillo donde me aprieta el lúcido
que no vive en literatura,
y si, es golpe tónico de mis tardes
retortero sindicado a tu distancia fábula.

Sigo pieza, estoy ahora con goteras en los pies, taxista por donde quieras, vociferante de la impresión que me causa tu confite, que es mi almuerzo detalle sin telaraña el si, donde arreo mis mulas hacia tu crema capital y cargado de tu calcio la beta, la del sí berreo al antiséptico hasta que marcha y nos deja lamernos el corral, afirmo.


Sergio Marín

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