Una nube convencida vuelca
su hedor sobre
el vientre de un beso encogido,
un bulto vertebrado
en la frente del insomnio
se pellizca la rabanera
en la corrupción amistosa,
despedrega tensiones,
consume tendencias de alicate
y desbroza de antojos la matriz,
putrefacción en cinta.
Un adagio la somete al cerebro
que se oxigena masticado,
híper ventila y ablanda los pezones de papel
al roce con los jugos de su delirio,
de la saliva quid procuo
para abrirse de piernas y abandonarse
a la náusea de la palabra.
Una nube pegajosa cae a plomo,
se insemina con la invocación
al vicio eréctil en gangrena la musa,
calambres inducidos
a un verso con los fórceps colgando
entre las piernas del poeta.
Sergio Marín
lunes, 17 de agosto de 2009
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