martes, 14 de julio de 2009

Flamante

Desaparezco en la transparente extinción.
Mordiscos de culebra coagulan el método
y estoy lleno de veneno sin señales aparentes,
deudo al recién nacido,
rojo de no se sabe qué, con la baba
del amor la fe y el tránsito,
lechal páramo palabra.
Estaciono la llamada del humano,
prescribo lágrimas dirigidas al ido quedo,
difícil flor
sin atar de soga y mona,
torturador planetario
incluidos los mágicos.
Me resino en la cordura y saco el don
a los tableros la calle,
a los nudos de piernas y palabras de vino
o vino sin palabras y lo entendimos ir.
Se me ha ido la sombra,
la despedí,
se le acabó la obligación.
Achuchanme las preguntas
y desde el mí calor se las cata:
¿y si se van antepechos mis manos,
y si el beso se va no pero,
y si se va el movimiento de caderas y se paran los ojos?
Gallardo el triste que llena mucho sitio,
algo roto y con el control bajo el fuego cruzado
despiece en especie, de qué gen no importa,
languidece la contornada impresa
y se me crispa el caserío,
no inscribo duda,
respeto el freno ebrio,
pica el forro de las venas y el pelo se para
en depósito.
Sin miedo un pájaro -me pregunto por quéme
picotea el pie en la ingle de la sien y se va...
Nazco colgado de un barrote tronchado
y muero descalzo de herrumbre,
más desnudo,
pátina del reflejo a chorro
y con ausencia de color luna maleta
guardo también el niño,
algo de mi asesino de muelles,
desencuentros con la medida
y escamas de fijos amores.
No me llega el choto para cubrir la tristeza,
desaparición de rodeo,
arneses en portales,
anillas en las ondas y sin dejar de ser parque
con la sonrisa del que no teme estrellarse,
qué cepa,
poeta que provoca vómitos estériles
y colas de esperanza biliar:
elijo una mancha… analogía de agua.
Sergio Marín

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