lunes, 6 de julio de 2009

Ambigú

Ambigú

Ser un suspiro en las tapas de Vallejo, un pelo en las barbas de Whitman, un decir luminoso y un desasir las bolsas en este rincón Bachertuliano, nido de cobras pupilas dilatadas. Ser una espora febril que alergia este campo de hongos, la quimicefa del síntoma hierático, un buril transgresor mas allá de la piel, un implante a cuchillo o una bodega vuestros tinos donde bajo la vela y me ahogo con los vapores del matiz, me contagio de vuestra lepra. Me consuelan vuestra tiroides que empujan mi compadre y hasta le he cogido el gusto al robo, os robo, lo salino y las índoles, heparina de la psique motilidad y la promiscuidad se apodera del muñón al que le crecen arsenales, os ceno y defeco en el papel donde salta el split iconoclasta, el barrendero que se sacude la luz de la mano y se ríe de la narcosis de Narciso. Admiro vuestra crítica no enfundada de grados de alcoholismo en columna de a uno, la mentira no cabe en el poeta, en el engendro que lo viola, si. Jamás miro a un poeta si no con admiración, llevo navaja con prosa en las cachas, filo esportillado de tanto hueso ajeno a la médula, tajos cortos o de la profundidad que pida el falso, a veces me corto y sangro como cualquier nacido. Me es indiferente si es negro con mechas babafónicas o ismo copulante, si es verso biodegradable en el pop social, todos nos vestimos, pero un poeta se desnuda, una vez desnudo se vuelve a desnudar, una y otra vez, y este nudismo sin escurrir sólo es posible por el ombligo único, el amor, llevémoslo con la erección erudita o con las mulas, al parto permanente de su labor.

Sergio Marín

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